El mundo ha cambiado mucho durante el Siglo XXI. La distopía oscura se vive en la calle, donde las personas son diferenciadas según su “categoría de personalidad”. Los Alfas dominan y ostentan el poder, los Betas ejercen como ciudadano medio y corrompido, y los Omegas…
Es mejor no ser un Omega en estos días. Y son mayoría. “Eliminados”, esclavizados o “procesados” para convertirlos en poco más que robots vivientes. Si los Betas son ciudadanos de 2ª, los Omega no son sino propiedades de otros. Son la maquinaria de la nueva y oscura sociedad.
Bea vive escondida entre los suburbios. Edificios abandonados donde los pocos “Omegas libres” que quedan se esconden. Mucho mejor que las alcantarillas. Pero el hambre y la enfermedad corren libres por esas zonas, y su “tribu” comienza a enfermar.
Desesperada, su solución es acudir al hombre más poderoso de la ciudad. Marcus “Alpha” Ruiz, cuyos casi dos metros de altura, músculo, traje con corbata y actitud feral aterran a cualquier persona normal.
Comida y medicamentos a cambio de trabajo es todo lo que pide Bea. Pero Marcus no negocia con personas como Bea. Marcus las subyuga. Así que, ignorando las súplicas de Bea, la “secuestra”, reclamando control y propiedad sobre ella. Reclamando que sea suya.
La encierra en sus dominios privados, mina su voluntad y disfruta de ella. Es difícil resistirse a la autoridad de Marcus. Ofrece únicamente un trato con su “tribu” a cambio de que se sometan. Pero la voluntad de Bea, pese a ser catalogada como “Omega”, no termina de doblegarse.
Pese a la personalidad de Marcus, sus lujos, y sus actos, este no es capaz de anular su libertad.
Su último recurso, aprovechar la mayor debilidad de Marcus. Ella. Hacer que baje la guardia es la única forma de atravesar las puertas que la mantienen presa entre lujos y sombras.
Advertencia: Una novela madura y cruda dirigida a un público adulto, que encarna un romance oscuro con escenas explícitas, donde el poder y la dominación juegan un papel fundamental. No apto para personas sensibles.
Es mejor no ser un Omega en estos días. Y son mayoría. “Eliminados”, esclavizados o “procesados” para convertirlos en poco más que robots vivientes. Si los Betas son ciudadanos de 2ª, los Omega no son sino propiedades de otros. Son la maquinaria de la nueva y oscura sociedad.
Bea vive escondida entre los suburbios. Edificios abandonados donde los pocos “Omegas libres” que quedan se esconden. Mucho mejor que las alcantarillas. Pero el hambre y la enfermedad corren libres por esas zonas, y su “tribu” comienza a enfermar.
Desesperada, su solución es acudir al hombre más poderoso de la ciudad. Marcus “Alpha” Ruiz, cuyos casi dos metros de altura, músculo, traje con corbata y actitud feral aterran a cualquier persona normal.
Comida y medicamentos a cambio de trabajo es todo lo que pide Bea. Pero Marcus no negocia con personas como Bea. Marcus las subyuga. Así que, ignorando las súplicas de Bea, la “secuestra”, reclamando control y propiedad sobre ella. Reclamando que sea suya.
La encierra en sus dominios privados, mina su voluntad y disfruta de ella. Es difícil resistirse a la autoridad de Marcus. Ofrece únicamente un trato con su “tribu” a cambio de que se sometan. Pero la voluntad de Bea, pese a ser catalogada como “Omega”, no termina de doblegarse.
Pese a la personalidad de Marcus, sus lujos, y sus actos, este no es capaz de anular su libertad.
Su último recurso, aprovechar la mayor debilidad de Marcus. Ella. Hacer que baje la guardia es la única forma de atravesar las puertas que la mantienen presa entre lujos y sombras.
Advertencia: Una novela madura y cruda dirigida a un público adulto, que encarna un romance oscuro con escenas explícitas, donde el poder y la dominación juegan un papel fundamental. No apto para personas sensibles.