Partir con las manos libres en los bolsillos y con el vaivén errante del caminante que se desprende de sus posesiones. Y con esa imposibilidad de quedarse quieto ir hacia la búsqueda de un tesoro oculto bajo el fondo de las dunas o del mar. Emprender el camino es añorar lo que dejas atrás y proyectar a la vez un mundo nuevo. Saberse de paso es el movimiento evanescente, el deambular ligero por las ciudades y veredas, es escapar del cielo enlutado, del sentimiento tormentoso, del tedio, de la estupidez de los sensatos y gozar de esta alegría profunda que se tiene siempre al andar, donde el gesto de ver y dominar es poseer sin propiedad. Saberse de paso es pasear en compañía de casas, árboles y piedras, a pie y con el corazón agitado de sorpresas…
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