Estos últimos años no he podido dejar de pensar en Borges y su derrota estética, y en las miles de salidas de emergencia que he visto señaladas en los lugares por los cuales he transitado. Y he aprendido, también, que cuando mis días sucumben en tragedias y desorden, en dudas y rupturas, tengo que ser capaz de abrir mi propia salida de emergencia. Esa, que en mi caso, significa sentarse frente a una hoja de papel en blanco, tomar un lápiz (escribo en mi computadora, lo sé, pero ya dije que miento por vocación y profesión) y dejar que las lágrimas salgan convertidas en tinta. Y he llorado muchas palabras este último tiempo. Muchas. ¿Cuántas? Todas las que conforman estos cuentos. Cuentos que salvaron mi pellejo, cuentos que llegaron sin aviso ni invitación, cuentos que al igual que una flecha roja me señalaron el camino hacia mi libertad personal, cuentos que se abrieron de par en par para dejarme transitar entre ellos, como un testigo más de mis propias historias... -José Ignacio Valenzuela
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