La invasión napoleónica en España marcó la hora de la independencia para sus colonias de América. Mientras en las distintas partes del vasto imperio se iniciaban procesos que culminarían en la creación de gobiernos propios, en la metrópoli un relevante núcleo de civiles y militares decidía volver a sus respectivas patrias para contribuir al proyecto emancipador. Algunos, como José de San Martín, renunciaban a las perspectivas de una brillante carrera, a la proximidad de la familia y al afecto de amigos a quienes tal vez no volvería a ver. El héroe de Arjonilla y de Bailén pronto mostró su capacidad de soldado y de organizador. Con sus Granaderos sentó un nuevo paradigma castrense para las Provincias Unidas; mediante la minuciosa aplicación de su Plan Continental y a partir de la creación del Ejército de los Andes, cruzó la imponente cordillera; triunfó en batallas decisivas como Chacabuco y Maipú, y garantizó con su sable y su equilibrio de gobernante la libertad de Chile y de Perú. Forjó héroes y creó naciones sobre la base de los principios que alimentaban su existencia y con la fuerza de su generosidad y desinterés. Protagonizó grandes victorias pero también fundó escuelas, bibliotecas y tribunales de justicia para educar y garantizar los derechos de los pueblos que libertó. Miguel Ángel De Marco, destacado historiador y biógrafo, realiza una ajustada y documentada síntesis de la vida de quien está en el bronce por la imperecedera gravitación de lo que hizo sobreponiéndose a sus humanas falencias y debilidades, y no por haber carecido de ellas.
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