Es un gran honor para nuestra Iglesia contar con una interminable lista de mártires que, en distintos lugares y tiempos, sellaron con su sangre el seguimiento a Jesucristo y a la defensa de su fe. En el libro del Apocalipsis observamos que los describe como "el ejército de los triunfadores", que acompañan al mayor mártir del mundo, Jesús. Muchos han sido reconocidos oficialmente y están en los altares, porque la Iglesia los nombró santos. Otros han quedado como olvidados, en el anonimato. Por eso, el Papa Juan Pablo II se interesó para que las iglesias locales no perdieran la memoria de sus hermanos mártires, y las invitó a recuperar dicha memoria, procurando que su testimonio alentara la fe de todos los cristianos, especialmente los que viven en los mismos lugares donde fueron martirizados.
En 1671 el Papa Clemente X declaró "Mártires de la Fe" a todos los cristianos asesinados por los moriscos. Igualmente, la Iglesia sigue elevando a los altares a los cristianos martirizados en la Guerra Civil.
Por tanto, nuestros hermanos alpujarreños, que sellaron con su sangre la defensa de su fe cristiana, merecen también que su memoria continúe viva entre nosotros, en nuestros pueblos. Así, pues, pedimos a Jesucristo, nuestro Señor, que los mártires de las Alpujarras estén en los altares. Y a Nuestra Señora, la Virgen del Martirio, cuya imagen martirizaron, sintiendo en su corazón los dolores de todos sus hijos, también le pedimos que interceda ante Dios, del que está tan cerca, para que tengamos nuestros santos, a los que imitemos aquí en la tierra.
En 1671 el Papa Clemente X declaró "Mártires de la Fe" a todos los cristianos asesinados por los moriscos. Igualmente, la Iglesia sigue elevando a los altares a los cristianos martirizados en la Guerra Civil.
Por tanto, nuestros hermanos alpujarreños, que sellaron con su sangre la defensa de su fe cristiana, merecen también que su memoria continúe viva entre nosotros, en nuestros pueblos. Así, pues, pedimos a Jesucristo, nuestro Señor, que los mártires de las Alpujarras estén en los altares. Y a Nuestra Señora, la Virgen del Martirio, cuya imagen martirizaron, sintiendo en su corazón los dolores de todos sus hijos, también le pedimos que interceda ante Dios, del que está tan cerca, para que tengamos nuestros santos, a los que imitemos aquí en la tierra.