Un peluche es pisoteado mientras un niño intenta llegar hasta su madre. La calle es un campo de batalla y sin saber hacia dónde huir la gente se cruza con él obstaculizándole la vista. Temeroso el niño grita, llora, suplica, pero nadie aparece en su busca. Su madre yace unos metros más atrás abandonada, mientras su cuerpo es vaciado de toda vida mordisco a mordisco. Cuando una mano se apoya en su hombro la esperanza le cruza la cara, el tiempo baila ante sus ojos a la vez que una preciosa niña poco mayor que él le sonríe grotescamente. De forma diabólica se inclina sobre él y le huele mientras sus manitos le aprisionan en un mortal abrazo.
La sangre abona las calles. Miles de personas despiertan lentamente para verse sumidos en el caos, una extraña infección se ha extendido por todo el mundo y su propia supervivencia se han puesto en duda. En cuestión de horas las grandes ciudades caen a manos de sus propios ciudadanos. Sin tiempo a reaccionar las autoridades se ven superadas por su número y ferocidad. Familias enteras se desmiembran mutuamente mientras unos pocos intentan huir o esconderse sin saber lo que ha pasado.
La semilla de la extinción ha sido plantada
La sangre abona las calles. Miles de personas despiertan lentamente para verse sumidos en el caos, una extraña infección se ha extendido por todo el mundo y su propia supervivencia se han puesto en duda. En cuestión de horas las grandes ciudades caen a manos de sus propios ciudadanos. Sin tiempo a reaccionar las autoridades se ven superadas por su número y ferocidad. Familias enteras se desmiembran mutuamente mientras unos pocos intentan huir o esconderse sin saber lo que ha pasado.
La semilla de la extinción ha sido plantada