Quizá no haya existido una civilización más indiferente hacia la vida y el sufrimiento que la de Roma. Un lugar en el que el hombre, tanto compatriota como extranjero, se miraba exclusivamente como máquina, como instrumento de trabajo o de guerra, algo que se utilizaba para el cumplimiento de las finalidades del Estado y de quienes ostentaban su poder. Aquel mundo tumultuoso y a menudo contradictorio que fue Roma representó sin embargo un férreo intento de conseguir orden y seguridad, aun a precio de sojuzgar la libertad a los designios del Estado. Y si hubo una figura que llegó a encarnar las paradojas éticas y estratégicas de aquella ciudad que acabaría convirtiéndose en señora de todo el Mediterráneo, ésta fue sin duda la de Lucio Cornelio Sila (138-78 a.C.), político sagaz, militar genial y sanguinario a partes iguales, dictador de hierro y, sobre todo, un hombre entregado a la causa de Roma. En Sila, el último republicano, Josep M. Albaigès consigue plasmar las reflexiones, las dudas y los sinsabores de un hombre cuya obra marcaría el nacimiento del Imperio. Una visión dibujada mediante distintas voces, la del propio Sila entre ellas, que nos hablan del mundo romano, de sus aspectos divinos y cotidianos, de la vida de sus calles, de sus dramaturgos, poetas, meretrices y militares… Un imponente trabajo de investigación historiográfica que convierte esta obra en el auténtico fresco de una época, y que, sobre todo, plasma el extraordinario espíritu de un hombre que sostuvo en sus brazos todo el poder de Roma.
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