¿Quién dijo que no se podía rezar a Dior?
María Granada Peralta Guelbenzu, alias Nada y Flori, su asistenta paraguaya, se han quedado a solas en el precioso chalé donde viven con el resto de la familia de doña Nada, su segundo marido y sus dos hijos pequeños, veinteañeros, un domingo de verano. Para matar las horas de aburrimiento, la señora ha decidido hacer limpieza general y se ha metido en su impresionante vestidor, repleto de joyas vintage y actuales de las mejores marcas españolas y extranjeras: Dior, Chanel, Gucci, YSL, Elio Berhanyer, Balenciaga...
Mientras tanto, Flori pasa el aspirador en la planta de abajo esperando la llegada de sus tres hijos varones desde Paraguay a los que arde en deseos de abrazar.
Pero sus hijos no han hecho el viaje desde Asunción precisamente para abrazarla. Flori es maniatada por esos hijos a los que ha criado y mantenido y doña Nada acaba encerrada en su magnífico vestidor. Los ladrones comienzan a desvalijar la casa sin saber que lo más valioso de la casa está dentro del zulo de lujo donde han encerrado a la señora.
Doña Nada, sin poder salir, hace repaso a través de sus vestidos de su propia vida. Una vida llena de secretos, glamour, situaciones cómicas pero también dramáticas. Y reza. Reza a Dios por salir de ésta, pero sobre todo a Dior, pues es la frivolidad en lo que realmente cree.
Un vestido de terciopelo recién adquirido en la tienda de esta firma francesa y que esa misma tarde ha de recibir en su casa podría salvarla...
¿Logrará doña Nada sobrevivir a tantas horas de encierro junto a sus recuerdos? ¿Superará Flori la traición de sus hijos?
Un estupendo retrato de una generación, una época y un prototipo de mujer que resulta ser, al final, mucho más auténtica que la imagen que proyecta.