Soñar una sirena, imaginar su rostro, dar sonido a su canto y su lenguaje, dibujar su figura manchada por la luna, tejer con viejos hilos el agitado océano de su amor incunable, trazar el alfabeto que emerge de su piel y, de cerca, beber la luz que hay en sus ojos, no es sencillo. Es, en cambio, una posibilidad que la voz intuitiva de Yolanda Zamora ha logrado traer de aguas lejanas para el disfrute de todos nosotros. Perlas algunas veces, cristales de la sal otras, las palabras de Yolanda se convierten en el camino abierto que siguen nuestros pasos, para tocar en él las viejas voces, recordar las historias olvidadas, leer de nuevo páginas perdidas como parte de un juego intertextual que configura, en la belleza líquida del poema, la imagen, nunca completamente definida, de estas sirenas puras y terribles que recobran su vida en el océano blanco de la página.
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