Etienne de La Boétie nació en Sarlat, en el sudoeste de Francia, el 1º de noviembre de 1530. Probablemente a los dieciocho años de edad, en 1548, escribió este ensayo inmortal.
La mayor parte de los eruditos concuerdan en que la Servidumbre Voluntaria no debe considerarse un documento político transitorio escrito para encajar un poco en una emergencia en particular. Parece, en cambio, una reflexión seria sobre la relación del hombre con el gobierno, hecho que lo hace, en efecto, el documento vivo que es hoy y será siempre. Así como el sistema de Maquiavelo puede ser llamado autocrático, y el de Calvino teocrático, el de La Boétie es obviamente una de las demostraciones cristianas más tempranas de un nuevo ideal en el gobierno, el democrático, pues el autor claramente afirma que los hombres nacen libres e iguales. El título que eligió para su ensayo, “Sobre la Servidumbre Voluntaria”, demuestra que considera a la gente responsable de su esclavitud bajo un déspota. Siente desprecio por el tirano, pero también desdén por la nación que se le rinde. El genio de La Boétie consiste en darse cuenta y declarar sucintamente a su época la idea de los derechos inalienables de las personas, los mismos derechos afirmados en el preámbulo a la Constitución estadounidense más de doscientos años más tarde. Todo el discurso respira con este sentimiento de la dignidad e independencia intrínseca del individuo.
Sería un error, sin embargo, considerar a La Boétie como un instigador que incita a rebelarse contra la opresión. La verdad es que él no era un rebelde. Sabemos, no sólo a partir de sus palabras, sino también de su registro judicial, que era el enemigo declarado de la violencia. Su método de la reparación contra los dictadores es mucho más sutil y eficaz que la violencia, y podría ser descrito como "resistencia pasiva." Buscó la reforma política, no mediante hechos abiertos que impliquen la matanza, sino a través de rehusarse a obedecer las órdenes de los tiranos.
La Boétie pinta en colores chillones y de payaso la cara de la tiranía, explica su base inestable y despreciable, y luego muestra con serenidad el camino a su derrocamiento mediante la paciencia, la resistencia pasiva y la fe en Dios. No es demasiado afirmar que si este ensayo, cuatro veces centenario, pudiera ser colocado en las manos de los pueblos oprimidos de nuestro día, ellos encontrarían un camino seguro a un renacimiento de la libertad, una manifestación de un nuevo espíritu que borraría casi automáticamente a los presumidos oscurantistas que hoy estrangulan sus derechos a la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad.
La mayor parte de los eruditos concuerdan en que la Servidumbre Voluntaria no debe considerarse un documento político transitorio escrito para encajar un poco en una emergencia en particular. Parece, en cambio, una reflexión seria sobre la relación del hombre con el gobierno, hecho que lo hace, en efecto, el documento vivo que es hoy y será siempre. Así como el sistema de Maquiavelo puede ser llamado autocrático, y el de Calvino teocrático, el de La Boétie es obviamente una de las demostraciones cristianas más tempranas de un nuevo ideal en el gobierno, el democrático, pues el autor claramente afirma que los hombres nacen libres e iguales. El título que eligió para su ensayo, “Sobre la Servidumbre Voluntaria”, demuestra que considera a la gente responsable de su esclavitud bajo un déspota. Siente desprecio por el tirano, pero también desdén por la nación que se le rinde. El genio de La Boétie consiste en darse cuenta y declarar sucintamente a su época la idea de los derechos inalienables de las personas, los mismos derechos afirmados en el preámbulo a la Constitución estadounidense más de doscientos años más tarde. Todo el discurso respira con este sentimiento de la dignidad e independencia intrínseca del individuo.
Sería un error, sin embargo, considerar a La Boétie como un instigador que incita a rebelarse contra la opresión. La verdad es que él no era un rebelde. Sabemos, no sólo a partir de sus palabras, sino también de su registro judicial, que era el enemigo declarado de la violencia. Su método de la reparación contra los dictadores es mucho más sutil y eficaz que la violencia, y podría ser descrito como "resistencia pasiva." Buscó la reforma política, no mediante hechos abiertos que impliquen la matanza, sino a través de rehusarse a obedecer las órdenes de los tiranos.
La Boétie pinta en colores chillones y de payaso la cara de la tiranía, explica su base inestable y despreciable, y luego muestra con serenidad el camino a su derrocamiento mediante la paciencia, la resistencia pasiva y la fe en Dios. No es demasiado afirmar que si este ensayo, cuatro veces centenario, pudiera ser colocado en las manos de los pueblos oprimidos de nuestro día, ellos encontrarían un camino seguro a un renacimiento de la libertad, una manifestación de un nuevo espíritu que borraría casi automáticamente a los presumidos oscurantistas que hoy estrangulan sus derechos a la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad.
