La violencia que se esconde es más dramática que la que se hace pública. Tal vez porque la mayoría de las personas no entiende que el dolor contenido, sin auxilio y sin la empatía de otros se vuelve más opresivo y con el tiempo termina por aniquilar física y emocionalmente. Las heridas que no sangran son dramáticamente más dolorosas. No sirve una venda para un corazón herido. No se echa desinfectante sobre una úlcera emocional.
Ante la violencia, del tipo que sea, todos tenemos alguna responsabilidad. La violencia no es cuestión sólo de expertos o gobiernos. Es algo que nos compete a todos, porque todos, de un modo u otro, somos afectados. Es preciso expulsar la cultura de la violencia.
Alguna vez, Martín Luther King (1929-1968)escribió: “Hay millones de personas de buena voluntad cuyas voces no se oyen, cuyo rumbo aún es incierto, cuya valentía es desconocida. Esos millones están llamados a juntar coraje para hablar, y ofrecer el liderazgo necesario. La historia registrará que la mayor tragedia de este período de transición no fueron las palabras cáusticas y las acciones violentas de los malos, sino el silencio y la indiferencia de los buenos. Nuestra generación deberá arrepentirse no sólo por el accionar de los hijos de las tinieblas, sino también por los temores y apatías de los hijos de la luz”. Este libro es un esfuerzo para no quedarnos callados. Una manera de darle voz a los que la han perdido a fuerza de golpes o insultos.
Ante el flagelo de la violencia se puede optar por callar o por actuar. En ambos casos supone una tremenda diferencia para quienes padecen esta lacra social.
Quienes eligen el silencio se convierten en cómplices de quienes maltratan, insultan, golpean, acosan, violan, o abusan. El silencio sólo ayuda a quienes son violentos.
Hablar e intervenir no es fácil, pero es la respuesta de quien entiende con claridad el daño que se provoca a quienes padecen este flagelo. Al menos quienes deciden romper el silencio pueden tener la conciencia en paz por haber hecho algo para impedir el sufrimiento de otros.
Quienes hemos escrito este libro, confiamos en que pueda servir para despertar nuestras conciencias y ponernos de lado de las víctimas y no ser parte de la mayoría silenciosa que sólo ayuda a los victimarios.
Ante la violencia, del tipo que sea, todos tenemos alguna responsabilidad. La violencia no es cuestión sólo de expertos o gobiernos. Es algo que nos compete a todos, porque todos, de un modo u otro, somos afectados. Es preciso expulsar la cultura de la violencia.
Alguna vez, Martín Luther King (1929-1968)escribió: “Hay millones de personas de buena voluntad cuyas voces no se oyen, cuyo rumbo aún es incierto, cuya valentía es desconocida. Esos millones están llamados a juntar coraje para hablar, y ofrecer el liderazgo necesario. La historia registrará que la mayor tragedia de este período de transición no fueron las palabras cáusticas y las acciones violentas de los malos, sino el silencio y la indiferencia de los buenos. Nuestra generación deberá arrepentirse no sólo por el accionar de los hijos de las tinieblas, sino también por los temores y apatías de los hijos de la luz”. Este libro es un esfuerzo para no quedarnos callados. Una manera de darle voz a los que la han perdido a fuerza de golpes o insultos.
Ante el flagelo de la violencia se puede optar por callar o por actuar. En ambos casos supone una tremenda diferencia para quienes padecen esta lacra social.
Quienes eligen el silencio se convierten en cómplices de quienes maltratan, insultan, golpean, acosan, violan, o abusan. El silencio sólo ayuda a quienes son violentos.
Hablar e intervenir no es fácil, pero es la respuesta de quien entiende con claridad el daño que se provoca a quienes padecen este flagelo. Al menos quienes deciden romper el silencio pueden tener la conciencia en paz por haber hecho algo para impedir el sufrimiento de otros.
Quienes hemos escrito este libro, confiamos en que pueda servir para despertar nuestras conciencias y ponernos de lado de las víctimas y no ser parte de la mayoría silenciosa que sólo ayuda a los victimarios.