"La medicina contemporánea es capaz de llevarnos hasta edades muy avanzadas, con una alta probabilidad de que sobrevengan enfermedades crónicas e incurables como cáncer, diabetes o demencias. Estas enfermedades suponen un enorme sufrimiento físico y psicológico además de la aniquilación de la persona, como en las demencias. Es paradójico que justamente cuando la medicina permite un aumento enorme en la expectativa de vida, a veces con buena calidad pero a menudo con pérdida de la autonomía, de la dignidad o de la persona misma, cada día más gente clama por acortar el plazo o apresurar la muerte. Nunca antes la humanidad se había encontrado ante este dilema porque nunca antes se había dispuesto de una medicina tan poderosa. Pero al final de la vida, es posible que la medicina se torne en un enemigo que alarga el sufrimiento y no en un aliado de la salud y de la voluntad del paciente. Dentro del proyecto de vida, el proyecto de muerte escogido en forma coherente con los valores y modo de vida de la persona es una de las ganancias de la modernidad. En cuanto a las alternativas para el modo de morir, la autora se aparta de la psiquiatría y psicología tradicionales y plantea como posible opción el suicidio racional, que no obedece a ninguna enfermedad mental o depresión, sino a una mirada realista a las condiciones de muerte en la vejez o en enfermedades terminales."
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