Todo parece que comenzó un día indeterminado de un año también impreciso en torno a 1550. Aquel día el alcalde mayor de Lorca –oficio que representaba a la autoridad del rey y que se ejercía en nombre del corregidor residente en Murcia–, el licenciado Quevedo hablaba un tanto desaforadamente en la plaza mayor de la ciudad. Era aquel un lugar concurrido y, en orgullosa altanera ostentación del poder, el dicho Quevedo amenazó públicamente a tal Magdalena López, mujer ya entrada en años y viuda de «un tal Monzón». A grandes voces, aquel Licenciado Quevedo decía en la plaza que «…juraba a Dios y a la señal de la Cruz que traía en las manos que había de hacer que los inquisidores quemaran a aquella perra de Magdalena López». Duras palabras que no ocultaban la acusación de herejía. ¿Era hereje Magdalena López?
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