Con una extrema lucidez y una creatividad deslumbrante para hacer ver el sentido, la fuerza y la irradiación de una energía vital que atraviesa como río subterráneo y como intensa corriente generativa un momento clave (el fin del siglo XVIII y el principio del XIX), y que aún estremece y cuestiona el nuestro, Jorge Aguilar Mora se adentra en todos aquellos modos de conocer, de sentir y de expresar el mundo, a través de la ciencia, de la filosofía, del arte, de la poesía y de esa apasionada, creativa intimidad que unió a personajes como Goethe, los hermanos Schlegel, Schelling, Humboldt o Madame de Staël, y que hizo de éste un momento complejo de insospechada intensidad y plenitud, de gozo, de vacío, de inquietud, de apaertur a lo desconocido, de imágenes e ideas insólitas y de una incontenible curiosidad.
El mundo había dejado de ser –a raíz de la revolución filosófica de Kant– un paisaje de apariencias y esencias inalcanzables, y una creación divina, y el hombre, enfrentado a una nueva sensibilidad y a una imaginación que desbordaba –como los sueños– las fronteras de la razón, podía ya conocerlo, observarse a sí mismo y encontrar una finalidad propia.
En el todo orgánico de la naturaleza, el ser humano es ya sólo una parte mínima; pero el reconocimiento de su individualidad lo ha conducido a actos insospechados, como la decapitación de un rey y la Declaración de los Derechos del Hombre en la Revolución Francesa, o irreversibles, como las masacres del Terror y la soberbia, insacialbe búsqueda de poder que engendró.
Un narrador entrañable y genial, sensible a las más extremas y delicadas sutilezas y capaz de encontrar las más insólitas conexiones y analogías en ese mundo vibrante en el que está inmerso, nos conduce con jovial, conmovedora y deliciosa fluidez a través de Sueños de la razón, esa primera, extraordinaria parte de una obra que nos confronta de innumerables modos y nos invita a su gozosa, apasionada y ávida lectura.
El mundo había dejado de ser –a raíz de la revolución filosófica de Kant– un paisaje de apariencias y esencias inalcanzables, y una creación divina, y el hombre, enfrentado a una nueva sensibilidad y a una imaginación que desbordaba –como los sueños– las fronteras de la razón, podía ya conocerlo, observarse a sí mismo y encontrar una finalidad propia.
En el todo orgánico de la naturaleza, el ser humano es ya sólo una parte mínima; pero el reconocimiento de su individualidad lo ha conducido a actos insospechados, como la decapitación de un rey y la Declaración de los Derechos del Hombre en la Revolución Francesa, o irreversibles, como las masacres del Terror y la soberbia, insacialbe búsqueda de poder que engendró.
Un narrador entrañable y genial, sensible a las más extremas y delicadas sutilezas y capaz de encontrar las más insólitas conexiones y analogías en ese mundo vibrante en el que está inmerso, nos conduce con jovial, conmovedora y deliciosa fluidez a través de Sueños de la razón, esa primera, extraordinaria parte de una obra que nos confronta de innumerables modos y nos invita a su gozosa, apasionada y ávida lectura.