Las mujeres nacidas entre los años cincuenta y los primeros sesenta bien podíamos defendernos en la vida si conocíamos las cuatro reglas, sabíamos leer y escribir y, sobre todo, obedecíamos las normas de nuestros mayores. A fin de cuentas para el destino de madres y esposas que nos esperaba con eso teníamos más que suficiente. Sin embargo, íbamos a ser precisamente aquellas niñas tan buenas y obedientes las que acabaríamos por asaltar la Universidad y el mercado laboral, educaríamos a nuestras hijas de forma muy diferente a la recibida y conformaríamos un nuevo tipo de mujer. Lentamente la situación fue cambiando. Mediados los sesenta, llegaron desde Europa aires de revolución en forma de minifalda o revueltas estudiantiles y, pese al férreo control de la censura, aquellas niñas captaron el mensaje. A principios de los setenta llegaron nuevos cambios: viajes al extranjero, aprender idiomas, e incluso, la Universidad. El camino fue largo y difícil. A quienes lo recorrieron deben las mujeres del siglo XXI su actual estatus y es bueno que conozcan cómo fue la niñez y adolescencia de sus madres o abuelas.
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