Posguerra.
En cualquier lugar del mundo.
Isabel Blume, pintora, esquizofrénica, restos de una conciencia irrecuperable.
El espacio cambia de aspecto: blanco, amarillo, verde, rojo, negro.
Extraña.
El color.
O el artificio.
O el cambio.
Los ritmos de la memoria: confusos, contradictorios.
Y los colores son los únicos cerrojos de la conciencia
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