Sólo hay un hacedor, pero comparte sus máscaras.
La verdad del acto se torna en ficción. La risa anda tras lo trágico. Lo grotesco se mide con el vuelo de un trapecista.
El gigante de un solo brazo sostiene la carpa.
El equilibrio sin réplica, en cada esfuerzo, sin otros músculos que lo sometan.
El gigante de broma dirige los ritmos, adivina los cambios y confiesa en las pausas.
Su brazo lleva tatuado el asombro del espectador.
El gigante reconoce la realización de lo inestable en cada movimiento, la crisis y la reconstrucción en cada impacto.
Y el silencio, escogido para dirigir las acciones, desnuda su único brazo.
Con todas las fuerzas del conflicto, a espaldas del vacío, impulsa, en un solo acto, la razón y la fe, el compromiso de saberse estrangulado por la máscara.
La verdad del acto se torna en ficción. La risa anda tras lo trágico. Lo grotesco se mide con el vuelo de un trapecista.
El gigante de un solo brazo sostiene la carpa.
El equilibrio sin réplica, en cada esfuerzo, sin otros músculos que lo sometan.
El gigante de broma dirige los ritmos, adivina los cambios y confiesa en las pausas.
Su brazo lleva tatuado el asombro del espectador.
El gigante reconoce la realización de lo inestable en cada movimiento, la crisis y la reconstrucción en cada impacto.
Y el silencio, escogido para dirigir las acciones, desnuda su único brazo.
Con todas las fuerzas del conflicto, a espaldas del vacío, impulsa, en un solo acto, la razón y la fe, el compromiso de saberse estrangulado por la máscara.