En una época marcada por la preeminencia ya sea de la ciencia, que supuestamente describiría a la realidad empírica de un modo directo e inmediato, ya sea de los signos monopolizados por los procesos de significación que llegaron a un lugar central con el giro lingüístico, las texturas de la imaginación rescatan a la sensualidad material de lo real soslayada por las abstracciones reinantes en esas dos posiciones polares. El trabajo de la imaginación, al promover la aparición de lo real como imágenes que no son meras apariencias, nos da la posibilidad de rescatarnos, al mismo tiempo, de las posiciones subjetivas desde las que insensiblemente mantenemos a las micropolíticas dominantes que dan forma al mundo en que vivimos. En la imaginación podemos volvernos parte de eventos transformativos en los que lo real pulsa para ser más de lo que es.
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