Por aquellos días Valencia gozaba de un espléndido ambiente cultural, al ritmo que crecían la imprenta y las academias y el público afluía en masa a los teatros dels Santets y de la Olivera. Muchos son los que opinan, entre ellos el cuerpo de profesores de la Universidad literaria de Valencia, que tituló su trabajo relativo a este grupo de dramaturgos La génesis de la teatralidad barroca, que fue aquí donde se formó el embrión del teatro nacional barroco. La estancia de Lope en Valencia estableció un contacto fundamental con consecuencias determinantes en un futuro próximo.
Lope debió sentir esa característica genuina del teatro valenciano que fue la valoración de los aspectos propiamente teatrales, es decir visuales y auditivos, así como su compromiso con los gustos cambiantes del público.
El capitán Cristóbal de Virués, hombre de armas y de letras, que asistió, como Cervantes, a la batalla de Lepanto, nos ha legado sus Obras trágicas y líricas del capitán Cristóbal de Virués, Madrid, 1609. Se trata de obras de influencia italiana y clásica, con marcado sabor senequista y abundancia de truculencias y episodios violentos. Es aficionado a las formas antiguas de la tragedia, declara haber compuesto su Elisa Dido, “según el arte antiguo” y mantiene un elemento tan característico de aquéllas como es el coro, con objeto de subrayar la moralidad de la obra. Por otra parte, contribuye en algunos aspectos a afianzar la tendencia que conducirá a Lope.
En la Tragedia de la gran Semíramis, la recurrencia al “objeto patético”, elemento visual que concentra la excitación lacrimosa del espectador) es constante y aúna sus esfuerzos con la explicación docente ya desde el Prólogo. No obstante, a diferencia de Elisa Dido, esta obra se presenta como “tragedia con estilo nuevo”, conteniendo, de hecho, las tres jornadas que suceden en tiempos diferentes.
Lope debió sentir esa característica genuina del teatro valenciano que fue la valoración de los aspectos propiamente teatrales, es decir visuales y auditivos, así como su compromiso con los gustos cambiantes del público.
El capitán Cristóbal de Virués, hombre de armas y de letras, que asistió, como Cervantes, a la batalla de Lepanto, nos ha legado sus Obras trágicas y líricas del capitán Cristóbal de Virués, Madrid, 1609. Se trata de obras de influencia italiana y clásica, con marcado sabor senequista y abundancia de truculencias y episodios violentos. Es aficionado a las formas antiguas de la tragedia, declara haber compuesto su Elisa Dido, “según el arte antiguo” y mantiene un elemento tan característico de aquéllas como es el coro, con objeto de subrayar la moralidad de la obra. Por otra parte, contribuye en algunos aspectos a afianzar la tendencia que conducirá a Lope.
En la Tragedia de la gran Semíramis, la recurrencia al “objeto patético”, elemento visual que concentra la excitación lacrimosa del espectador) es constante y aúna sus esfuerzos con la explicación docente ya desde el Prólogo. No obstante, a diferencia de Elisa Dido, esta obra se presenta como “tragedia con estilo nuevo”, conteniendo, de hecho, las tres jornadas que suceden en tiempos diferentes.