En el año 1871 fue declarada Epidemia la fiebre amarilla en Buenos Aires, por cierto entonces la ciudad no merecía ese nombre porque dos años antes también el cólera había provocado miles de víctimas fatales. En una época que comenzaban a verse los primeros avances en medicina, la situación era de incertidumbre y tomas de decisiones en el momento. Nadie sabía controlar el avance de la peste porque desconocían cuáles eran los focos infecciosos, que por cierto había varios: los atestados conventillos, carentes de la más elemental higiene; el Riachuelo, convertido en un depósito de aguas servidas provenientes de los mataderos, por consiguiente la que bebía la población; los soldados que venían de la Guerra del Paraguay o la multitud de inmigrantes que se habían asentado en la ciudad capital muchos de los cuáles provenían de países donde la enfermedad era endémica. En medio de esta pesadilla la acción de las autoridades parecía no estar a la altura de las circunstancias, entonces surgieron personas que se enfrentaron la situación dando muestra de heroísmo que algunos pagaron hasta con su propia vida.
Este sitio es seguro
Usted está en un sitio seguro, habilitado para SSL. Todas nuestras fuentes son constantemente verificadas.