En la víspera del 18 de octubre de 2013 la Familia de Schoenstatt inició con gran alegría el Año Jubilar que conmemora los cien años de su fundación. De ese modo llegaba a su meta el camino del trienio recorrido como Familia. En la celebración de la inauguración del Año Jubilar, el Cardenal Rylko golpeó con su báculo a la puerta del Santuario original, la que a continuación fue abierta desde adentro. Y fue el primer peregrino en trasponer el umbral de esa puerta, bellamente adornada para la ocasión. En nombre de todos nosotros, el Cardenal Rylko ingresó al recinto donde comenzó todo lo que celebramos en este jubileo.
Aquí, en este lugar, el 18 de octubre de 1914 se produjo un encuentro especial entre la Sma. Virgen María y los estudiantes del seminario. Y ello gracias a la iniciativa, afirmada en la fe en la Divina Providencia, del director espiritual de entonces, el P. José Kentenich, a quien se le había confiado el acompañamiento espiritual de esos muchachos. Aquí comenzó lo que el P. Kentenich, en el transcurso de una historia de fundación larga y rica en acontecimientos, llamara “Alianza de Amor” y pasara a ser fecha fundamental del Movimiento de Schoen-statt y de su espiritualidad.
Dos años antes José Kentenich había sido designado director espiritual de los jóvenes del Seminario Menor de los PP. Palotinos de Vallendar. Entre tanto, e inspirándose en los jesuitas, el P. Kentenich había fundado con los jóvenes una Congregación Mariana. En el verano de 1914 se le concedió la posibilidad de utilizar la vieja capillita de san Miguel, en el valle de Schoenstatt, como lugar de reunión para la Congregación. Hacia finales de verano o principios de otoño, el P. Kentenich leyó un artículo sobre el origen del santuario de Ntra. Sra. del Rosario de Pompeya (artículo publicado el 18.7.1914). Esa lectura lo llevó a preguntarse si no podría suceder algo similar en Schoenstatt. Luego de las vacaciones de verano, en la primera reunión de la Congregación en la capilla recientemente restaurada, les expuso a los jóvenes su “secreta idea predilecta”, fruto de las ideas y preguntas sobre las cuales venía reflexionando a la luz de la fe en la Divina Providencia.
Se trataba nada más ni nada menos que de un “Programa: aceleración del desarrollo de nuestra santificación y por esa vía convertir nuestra capillita en un lugar de peregrinación”. Ése era el título de su conferencia para los jóvenes en la primera reunión después de las vacaciones de verano. La primera parte de la conferencia fue llamada más tarde “Acta de Fundación”. El esfuerzo por la santidad de los muchachos debía motivar a la Sma. Virgen a “establecer aquí su trono de gracias y realizar milagros de gracia”. Allí se inició una comunión llena de confianza y amor entre la Sma. Virgen y los jóvenes reunidos en torno del P. Kentenich.
En el corazón del P. Kentenich había ido madurando una fe audaz, y supo encender en los corazones de los muchachos el entusiasmo por esa fe audaz. La Sma. Virgen había preparado al joven director espiritual mediante la consagración que él había hecho cuando contaba sólo nueve años de edad. Mucho más tarde el P. Kentenich daría testimonio de aquel acontecimiento con admiración y gratitud por las disposiciones de Dios en su vida, considerándolo como una raíz de la Alianza de Amor. En virtud de esa experiencia personal, el P. Kentenich estaba abierto y era sensible a la realidad de la relación con la Sma. Virgen y su influencia maternal y educadora. Más allá de las vivencias personales, la Congregación Mariana le abrió la dimensión de una vivencia comunitaria de la acción de María.
Aquí, en este lugar, el 18 de octubre de 1914 se produjo un encuentro especial entre la Sma. Virgen María y los estudiantes del seminario. Y ello gracias a la iniciativa, afirmada en la fe en la Divina Providencia, del director espiritual de entonces, el P. José Kentenich, a quien se le había confiado el acompañamiento espiritual de esos muchachos. Aquí comenzó lo que el P. Kentenich, en el transcurso de una historia de fundación larga y rica en acontecimientos, llamara “Alianza de Amor” y pasara a ser fecha fundamental del Movimiento de Schoen-statt y de su espiritualidad.
Dos años antes José Kentenich había sido designado director espiritual de los jóvenes del Seminario Menor de los PP. Palotinos de Vallendar. Entre tanto, e inspirándose en los jesuitas, el P. Kentenich había fundado con los jóvenes una Congregación Mariana. En el verano de 1914 se le concedió la posibilidad de utilizar la vieja capillita de san Miguel, en el valle de Schoenstatt, como lugar de reunión para la Congregación. Hacia finales de verano o principios de otoño, el P. Kentenich leyó un artículo sobre el origen del santuario de Ntra. Sra. del Rosario de Pompeya (artículo publicado el 18.7.1914). Esa lectura lo llevó a preguntarse si no podría suceder algo similar en Schoenstatt. Luego de las vacaciones de verano, en la primera reunión de la Congregación en la capilla recientemente restaurada, les expuso a los jóvenes su “secreta idea predilecta”, fruto de las ideas y preguntas sobre las cuales venía reflexionando a la luz de la fe en la Divina Providencia.
Se trataba nada más ni nada menos que de un “Programa: aceleración del desarrollo de nuestra santificación y por esa vía convertir nuestra capillita en un lugar de peregrinación”. Ése era el título de su conferencia para los jóvenes en la primera reunión después de las vacaciones de verano. La primera parte de la conferencia fue llamada más tarde “Acta de Fundación”. El esfuerzo por la santidad de los muchachos debía motivar a la Sma. Virgen a “establecer aquí su trono de gracias y realizar milagros de gracia”. Allí se inició una comunión llena de confianza y amor entre la Sma. Virgen y los jóvenes reunidos en torno del P. Kentenich.
En el corazón del P. Kentenich había ido madurando una fe audaz, y supo encender en los corazones de los muchachos el entusiasmo por esa fe audaz. La Sma. Virgen había preparado al joven director espiritual mediante la consagración que él había hecho cuando contaba sólo nueve años de edad. Mucho más tarde el P. Kentenich daría testimonio de aquel acontecimiento con admiración y gratitud por las disposiciones de Dios en su vida, considerándolo como una raíz de la Alianza de Amor. En virtud de esa experiencia personal, el P. Kentenich estaba abierto y era sensible a la realidad de la relación con la Sma. Virgen y su influencia maternal y educadora. Más allá de las vivencias personales, la Congregación Mariana le abrió la dimensión de una vivencia comunitaria de la acción de María.