CAPITULO I Año 1.868
Todo empezó en un cuartito de costura. Estaba bordando unos pañuelos para regalar a mi tía, Efi. Vivía con ella desde los tres años. Mi madre era su hermana menor. Hacía muchos años que una enfermedad se la había llevado. Casi no recuerdo su cara, por aquel entonces tenía tres años. Han pasado quince. Ya soy una mujer. Me apena no tenerla en estos momentos.
Una idea peregrina, ha pasado por mi mente. Mi padre, Remin, era un aventurero, en busca de tierras sin explorar. Magda, mi madre, siempre lo acompañaba, él, la necesitaba. Estaban muy enamorados. Cuando nací, formé parte de su grupo explorador. Los tres, en un barco, surcábamos las aguas de los continentes. Divisamos en el último viaje, una pequeña isla, en medio de un mar embravecido. Como pudimos llegamos a la orilla de una playa, con arena muy fina. Yo disfrutaba al pisarla. Estaba muy contenta. Mis padres tenían el semblante muy serio. Parecían muy preocupados. En mi inconsciencia, no entendía los peligros, que nos acechaban. Estábamos perdidos. El barco se encontraba varado en la orilla. Nos salvamos de milagro. Remin, rebuscó todo lo que pudo de víveres para sobrevivir. Y el material imprescindible, para abrirnos paso por la selvática isla. Pasamos unas semanas, que a mí, me parecieron idílicas. Era una verdadera aventura. Comíamos lo que podíamos de los árboles, todo a base de plátanos y cocos. Todo iba bien, hasta que unas terribles tormentas, nos calaron hasta los huesos. Desgraciadamente nos pusimos enfermos. Empecé con una tos muy fuerte, mis padres estaban desesperados. La fiebre era muy alta, los escalofríos no me dejaban descansar. Estuve varios días a punto de morir. Me refrescaban todo el cuerpo, no llevaba ropa. Con barro me envolvían para mejorar la calentura. Un atardecer me desperté muy alegre y me puse a jugar con las cañas que en la orilla del mar se amontonaban. No me preocupé por mis padres, seguí entretenida durante mucho rato. Se hizo de noche y empecé a llamarlos, nadie respondía. Con miedo me adentré en la jungla, donde solíamos tener nuestro refugio. Los hallé delirando, habían contraído mi misma enfermedad. Me tumbé, junto a ellos a esperar el final. Ya no tenía angustia por sentirme sola. Pasó una eternidad, hasta que oí unas voces lejanas, me parecía que soñaba. No me moví del sitio, estaba en medio de mis padres. Los ruidos se aproximaban más, hasta que un grito me asustó.
-¡Hay una familia aquí. Correr todos, están muy enfermos! ¡Llamar al capitán Luck, él sabrá que hacer!
Cerré los ojos con todas mis fuerzas, no resistía oír nada más. Se amontonó un grupo de hombres uniformados alrededor de nosotros. Una voz de mando, gritaba, apartando a los soldados ingleses de su majestad.
-¡Dejadme paso, apartaos, no dejáis respirar a esta pobre gente!
-Me temo mi capitán que hay un superviviente, los demás están muertos.
-¿Está seguro, comandante Rony? A lo mejor se han quedado dormidos con la fiebre.
-Me temo, que eso es lo que les ha matado, la fiebre. La pequeña parece estar bien.
No hablé ni una palabra. La tripulación, se encargó de enterrar a mis padres. Echaron mucha arena sobre ellos. Les ubicaron debajo de nuestro asentamiento. Desde entonces no les he vuelto a ver.
El trayecto en el barco, me resultó muy extraño, todos se portaban muy bien conmigo, pero no consiguieron hacerme hablar. Estaba en una nebulosa, sin comprender nada ni asimilarlo. Antes mis padres, se encontraban junto a mí, y luego ya no los vería jamás.
Me trasladaron hasta Cambridge, donde residía mi tía Efi. Gracias a ella recuperé las ganas de vivir y la alegría.
Todo empezó en un cuartito de costura. Estaba bordando unos pañuelos para regalar a mi tía, Efi. Vivía con ella desde los tres años. Mi madre era su hermana menor. Hacía muchos años que una enfermedad se la había llevado. Casi no recuerdo su cara, por aquel entonces tenía tres años. Han pasado quince. Ya soy una mujer. Me apena no tenerla en estos momentos.
Una idea peregrina, ha pasado por mi mente. Mi padre, Remin, era un aventurero, en busca de tierras sin explorar. Magda, mi madre, siempre lo acompañaba, él, la necesitaba. Estaban muy enamorados. Cuando nací, formé parte de su grupo explorador. Los tres, en un barco, surcábamos las aguas de los continentes. Divisamos en el último viaje, una pequeña isla, en medio de un mar embravecido. Como pudimos llegamos a la orilla de una playa, con arena muy fina. Yo disfrutaba al pisarla. Estaba muy contenta. Mis padres tenían el semblante muy serio. Parecían muy preocupados. En mi inconsciencia, no entendía los peligros, que nos acechaban. Estábamos perdidos. El barco se encontraba varado en la orilla. Nos salvamos de milagro. Remin, rebuscó todo lo que pudo de víveres para sobrevivir. Y el material imprescindible, para abrirnos paso por la selvática isla. Pasamos unas semanas, que a mí, me parecieron idílicas. Era una verdadera aventura. Comíamos lo que podíamos de los árboles, todo a base de plátanos y cocos. Todo iba bien, hasta que unas terribles tormentas, nos calaron hasta los huesos. Desgraciadamente nos pusimos enfermos. Empecé con una tos muy fuerte, mis padres estaban desesperados. La fiebre era muy alta, los escalofríos no me dejaban descansar. Estuve varios días a punto de morir. Me refrescaban todo el cuerpo, no llevaba ropa. Con barro me envolvían para mejorar la calentura. Un atardecer me desperté muy alegre y me puse a jugar con las cañas que en la orilla del mar se amontonaban. No me preocupé por mis padres, seguí entretenida durante mucho rato. Se hizo de noche y empecé a llamarlos, nadie respondía. Con miedo me adentré en la jungla, donde solíamos tener nuestro refugio. Los hallé delirando, habían contraído mi misma enfermedad. Me tumbé, junto a ellos a esperar el final. Ya no tenía angustia por sentirme sola. Pasó una eternidad, hasta que oí unas voces lejanas, me parecía que soñaba. No me moví del sitio, estaba en medio de mis padres. Los ruidos se aproximaban más, hasta que un grito me asustó.
-¡Hay una familia aquí. Correr todos, están muy enfermos! ¡Llamar al capitán Luck, él sabrá que hacer!
Cerré los ojos con todas mis fuerzas, no resistía oír nada más. Se amontonó un grupo de hombres uniformados alrededor de nosotros. Una voz de mando, gritaba, apartando a los soldados ingleses de su majestad.
-¡Dejadme paso, apartaos, no dejáis respirar a esta pobre gente!
-Me temo mi capitán que hay un superviviente, los demás están muertos.
-¿Está seguro, comandante Rony? A lo mejor se han quedado dormidos con la fiebre.
-Me temo, que eso es lo que les ha matado, la fiebre. La pequeña parece estar bien.
No hablé ni una palabra. La tripulación, se encargó de enterrar a mis padres. Echaron mucha arena sobre ellos. Les ubicaron debajo de nuestro asentamiento. Desde entonces no les he vuelto a ver.
El trayecto en el barco, me resultó muy extraño, todos se portaban muy bien conmigo, pero no consiguieron hacerme hablar. Estaba en una nebulosa, sin comprender nada ni asimilarlo. Antes mis padres, se encontraban junto a mí, y luego ya no los vería jamás.
Me trasladaron hasta Cambridge, donde residía mi tía Efi. Gracias a ella recuperé las ganas de vivir y la alegría.