Quince años tenía Miguel Gil Imirizaldu cuando se declaró en España la Guerra Civil, en 1936. Se encontraba en el monasterio benedictino de El Pueyo, cerca de Barbastro (Huesca). Sus memorias narran los tres años de lucha fraticida de los que fue testigo en la zona republicana de Aragón. Los recuerdos trágicos como los asesinatos de los monjes del monasterio o su soledad ante la subsistencia se suceden en una historia que le lleva de vuelta a casa, en Lumbier (Navarra), donde sus padres le daban por muerto. A pesar de sus peripecias, Miguel mantiene en todo momento viva su fe, actuando con sorprendente entereza ante los acontecimientos que se le sucedían. Tras la guerra, Miguel ingresó como monje en el monasterio de valvanera, donde recibió el nombre de Plácido. Actualmente, el P. Plácido termina su larga vida en la abadía benedectina de Leyre (Navarra).
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