En la primera etapa evolutiva no tenemos preguntas, solo disfrutamos de los placeres de los sentidos en una especie de “sibaritismo” que llega, incluso, al campo espiritual. En algún momento empezamos a percibir que “existe algo más”, que la vida es más compleja y que hay personas “diferentes”, porque las notamos más profundas, más avanzadas y evolucionadas. Esta segunda etapa nos permite entrar de modo casi tormentoso a la tercera: ahora tenemos preguntas e inquietudes profundas acerca de nuestra propia existencia y de los motivos de la existencia de los demás. En medio de esta ansiedad, abrazamos una religión, un sistema filosófico o científico buscando respuestas. Esta situación se agudiza en la cuarta fase o etapa, aquella en donde la percepción temprana de la “vacuidad” mueve el piso de nuestras creencias, tradiciones, anclajes culturales, atavismos del pasado. ¿Si el mundo físico es irreal, por qué estoy dentro de él? Ahora sentimos la necesidad de profundizar en alguno de los campos anteriormente visualizados, incluyendo la muerte.
Si sobrevivimos a la cuarta etapa, la recompensa no se hace esperar: comprensión de la nada como algo y como el todo. Alcanzamos un estadio de paz y comprensión tales que el universo se presenta claro y en continua expansión y nos da la posibilidad de ser su co-creador. Pero antes de llegar a la paz que permite la comprensión real, hemos de notar que no somos un cuerpo con un alma, sino un espíritu con un alma y un cuerpo físico, percibimos que somos seres de luz y que nuestra misión es iluminar el camino de los demás. Ahora no tenemos que escoger ni tomar decisiones, pues solo existe un camino para la humanidad.
Si sobrevivimos a la cuarta etapa, la recompensa no se hace esperar: comprensión de la nada como algo y como el todo. Alcanzamos un estadio de paz y comprensión tales que el universo se presenta claro y en continua expansión y nos da la posibilidad de ser su co-creador. Pero antes de llegar a la paz que permite la comprensión real, hemos de notar que no somos un cuerpo con un alma, sino un espíritu con un alma y un cuerpo físico, percibimos que somos seres de luz y que nuestra misión es iluminar el camino de los demás. Ahora no tenemos que escoger ni tomar decisiones, pues solo existe un camino para la humanidad.