Lector amigo,
Tomo el riesgo de poner en tus manos escritos tan personales. Podrás ver mi cojera, por cual pié cojeo. Pues no son fruto del cerebro, ni del escritorio, sino de la fragua de mi lucha como sacerdote; son testigos de mi evolución como cristiano y hombre. He aquí estos humildes titubeos; ni políticos, ni protestatarios, sino personales, individuales e íntimos.
En mis treintas, 1975-1982, como Legionario de Cristo, me esforcé por fundar y promover un centro de educación religiosa para adultos, La Escuela de la Fe, en México, DF. Sacerdote y hombre inmaduro, protegido hasta entonces por anchos muros de seminario y monasterio, entré más y más en contacto con la vida "de fuera", la vida real. Su alegría, dolor, humor y dramatismo derrumbaron muros y me dejaron vulnerable. . Brotaron sensaciones que yo no sabía llevaba dentro, difíciles de manejar, imposibles de reprimir: afectos y atracciones, valores y valentías contrastantes. Algunos amigos me acompañaron. ¡Gracias!
Tomo el riesgo de poner en tus manos escritos tan personales. Podrás ver mi cojera, por cual pié cojeo. Pues no son fruto del cerebro, ni del escritorio, sino de la fragua de mi lucha como sacerdote; son testigos de mi evolución como cristiano y hombre. He aquí estos humildes titubeos; ni políticos, ni protestatarios, sino personales, individuales e íntimos.
En mis treintas, 1975-1982, como Legionario de Cristo, me esforcé por fundar y promover un centro de educación religiosa para adultos, La Escuela de la Fe, en México, DF. Sacerdote y hombre inmaduro, protegido hasta entonces por anchos muros de seminario y monasterio, entré más y más en contacto con la vida "de fuera", la vida real. Su alegría, dolor, humor y dramatismo derrumbaron muros y me dejaron vulnerable. . Brotaron sensaciones que yo no sabía llevaba dentro, difíciles de manejar, imposibles de reprimir: afectos y atracciones, valores y valentías contrastantes. Algunos amigos me acompañaron. ¡Gracias!