En el cuento “Una Fiesta Selecta,” Hawthorne intenta vestir a las virtudes y maldades con un significado simbólico, tanto como lo hizo el poeta isabelino Edmund Spencer en su poema épico “La Reina de las Hadas.” La disparidad entre las dos obras consta en que Hawthorne cuenta su historia con cierta irreverencia y desfachatez; en este cuento nada serio se puede encontrar que llegue a la altura de la gravedad de una epopeya.
Spencer, por ejemplo, es muy serio en su intención —con sus dos caballeros, Redcrosse y Britomart— en el examen de las dos virtudes que considera más importante para la vida cristiana: la santidad y castidad.
El enfoque de Hawthorne a su tema —una fiesta a la que asisten los mitos humanos, leyendas, y un surtido inventario de caracteres mundanos — es algo liviano, alegre, irónico—y hasta inadvertidamente cómico.
El Fabulista es el anfitrión y coordinador de tal fiesta de fantasía. Pero ¿quién es este personaje? Es por ventura el alter ego del autor? Uno sólo puede suponerlo.
Esta Fiesta Selecta, de gala, y exclusiva, termina en la confusión y el caos y en medio de una tormenta en el espacio infinito. Los huéspedes se esparcen. Nunca sabremos quien llegó a casa (a la Tierra) o quien no—o en el caso de El Hombre en la Luna, si consiguió regresar a la luna o no.
En la oración que cierra el relato, leemos: “La gente debería pensar en estas cuestiones antes de confiarse en los placeres de una fiesta convenida en el reino sin lugar.”
De hecho, fue una fiesta, una imaginaria y triste parodia con pretensiones de universalidad.
Spencer, por ejemplo, es muy serio en su intención —con sus dos caballeros, Redcrosse y Britomart— en el examen de las dos virtudes que considera más importante para la vida cristiana: la santidad y castidad.
El enfoque de Hawthorne a su tema —una fiesta a la que asisten los mitos humanos, leyendas, y un surtido inventario de caracteres mundanos — es algo liviano, alegre, irónico—y hasta inadvertidamente cómico.
El Fabulista es el anfitrión y coordinador de tal fiesta de fantasía. Pero ¿quién es este personaje? Es por ventura el alter ego del autor? Uno sólo puede suponerlo.
Esta Fiesta Selecta, de gala, y exclusiva, termina en la confusión y el caos y en medio de una tormenta en el espacio infinito. Los huéspedes se esparcen. Nunca sabremos quien llegó a casa (a la Tierra) o quien no—o en el caso de El Hombre en la Luna, si consiguió regresar a la luna o no.
En la oración que cierra el relato, leemos: “La gente debería pensar en estas cuestiones antes de confiarse en los placeres de una fiesta convenida en el reino sin lugar.”
De hecho, fue una fiesta, una imaginaria y triste parodia con pretensiones de universalidad.