Caminan con naturalidad, incluso con vivacidad, realizando sin problemas las actividades de su vida diaria; sin embargo, poco a poco un peso inexplicable se pone en sus piernas, en sus pantorrillas, impidiéndole seguir avanzando, mucho menos correr o subir escaleras. Como si hubieran realizado un gran esfuerzo deportivo, las piernas se niegan a moverse, y el dolor y la incapacidad funcional se instauran bruscamente. Con el paso del tiempo, lo que antes se manifestaba de forma esporádica se hace crónico y diario, cada vez más intenso, hasta que las labores de la vida diaria empiezan a ser un tormento. Al mismo tiempo, o quizá mucho antes, las venas se dilatan, aparecen “arañas vasculares” y unas molestas y antiestéticas varices se muestran a lo largo de las piernas. También es frecuente que se hinchen las piernas, preferentemente los tobillos, que aparezca una celulitis al principio localizada y posteriormente generalizada, y que los calambres sean frecuentes y muy dolorosos.
Esta patología está tan extendida, que se calcula que al menos una de cada cuatro mujeres la padece de forma crónica, mientras que en los varones la proporción es mucho menor. La edad agudiza los problemas y el enfermo se ve obligado a evitar situaciones físicas que le aumenten el dolor y las molestias, al mismo tiempo que se ve privado de ponerse determinadas prendas que muestren sin lugar a dudas su mal.
Las enfermedades venosas, además, no se limitan al sistema vascular de la circulación de retorno, ya que el sistema linfático termina quedando afectado y sobrecargado, lo mismo que la función hepática. Por eso, el tratamiento debe ser intenso y continuado ante las primeras manifestaciones.
La medicina natural, como ya es habitual, proporciona numerosos y eficaces remedios para aliviar e incluso solucionar esta enfermedad, pero se requiere la colaboración del enfermo cuando se pretenden resultados notorios. Los malos hábitos de vida, calzado, alimentación, reposo y otros muchos, deben ser modificados cuanto antes y de forma sólida, pues ninguna planta medicinal puede solucionar lo que una mente insensata se empeña en destruir. Al mismo tiempo, y aunque apenas se contemple en los tratamientos convencionales, el enfermo debe adoptar una actitud psicológica positiva en su curación, instaurando en su mente el deseo y convencimiento de que se curará, lo que ocasionará la adecuada movilización energética de todos sus recursos pues, a fin de cuentas, será el cuerpo quien se cure a sí mismo.
La medicina cuántica ya ha puesto en entredicho la actitud pasiva de muchos enfermos, quienes se ponen dócilmente en manos de sus médicos, esperando que sea éste y los medicamentos, quienes hagan el milagro de la curación.
Esto no es posible, pues los medicamentos no poseen carga energética alguna, ni entran en resonancia con la energía cuántica del enfermo. Pueden suponer una ayuda, pero solamente como canalizadores de las vibraciones naturales, aquellas que determinarán la curación. Los remedios naturales, por el contrario, al tratarse de elementos orgánicos, son reconocidos por el propio organismo humano y al principio se establece una sincronía entre las defensas corporales y el remedio natural, lo que conlleva al desarrollo de una vibración armónica, como si se tratase de las seis cuerdas de una guitarra bien afinada. El resultado es una mente que quiere curarse y un cuerpo que recibe ayuda para lograrlo.
Los remedios naturales descritos en este libro, ofrecen posibilidades reales de curación o mejora significativa.
Esta patología está tan extendida, que se calcula que al menos una de cada cuatro mujeres la padece de forma crónica, mientras que en los varones la proporción es mucho menor. La edad agudiza los problemas y el enfermo se ve obligado a evitar situaciones físicas que le aumenten el dolor y las molestias, al mismo tiempo que se ve privado de ponerse determinadas prendas que muestren sin lugar a dudas su mal.
Las enfermedades venosas, además, no se limitan al sistema vascular de la circulación de retorno, ya que el sistema linfático termina quedando afectado y sobrecargado, lo mismo que la función hepática. Por eso, el tratamiento debe ser intenso y continuado ante las primeras manifestaciones.
La medicina natural, como ya es habitual, proporciona numerosos y eficaces remedios para aliviar e incluso solucionar esta enfermedad, pero se requiere la colaboración del enfermo cuando se pretenden resultados notorios. Los malos hábitos de vida, calzado, alimentación, reposo y otros muchos, deben ser modificados cuanto antes y de forma sólida, pues ninguna planta medicinal puede solucionar lo que una mente insensata se empeña en destruir. Al mismo tiempo, y aunque apenas se contemple en los tratamientos convencionales, el enfermo debe adoptar una actitud psicológica positiva en su curación, instaurando en su mente el deseo y convencimiento de que se curará, lo que ocasionará la adecuada movilización energética de todos sus recursos pues, a fin de cuentas, será el cuerpo quien se cure a sí mismo.
La medicina cuántica ya ha puesto en entredicho la actitud pasiva de muchos enfermos, quienes se ponen dócilmente en manos de sus médicos, esperando que sea éste y los medicamentos, quienes hagan el milagro de la curación.
Esto no es posible, pues los medicamentos no poseen carga energética alguna, ni entran en resonancia con la energía cuántica del enfermo. Pueden suponer una ayuda, pero solamente como canalizadores de las vibraciones naturales, aquellas que determinarán la curación. Los remedios naturales, por el contrario, al tratarse de elementos orgánicos, son reconocidos por el propio organismo humano y al principio se establece una sincronía entre las defensas corporales y el remedio natural, lo que conlleva al desarrollo de una vibración armónica, como si se tratase de las seis cuerdas de una guitarra bien afinada. El resultado es una mente que quiere curarse y un cuerpo que recibe ayuda para lograrlo.
Los remedios naturales descritos en este libro, ofrecen posibilidades reales de curación o mejora significativa.