Isabel María Jiménez Ramos, nació en Sevilla el 16 de diciembre de 1967.
Dedicada desde los 19 años a su casa, su familia. Conocedora de todas las incertidumbres posibles, luchadora innata ante ellas. Ama de casa.
Rebelde, creativa...insensata, a veces, toda su vida destinada a los suyos.
Calificarla de insensata no es un atrevimiento, ella misma se define así por circunstancias que tuvo que lidiar. El miedo ante sus problemas, por la incertidumbre de no saber qué pasará, de ahí, la insensatez. Se atrevió a cruzar ese miedo y destinarlo a hacerlo espada para su lucha. Valentía.
De hecho, aún camina por el fuego de su vida, un fuego que ella siente como calidez en su alma.
Dispuesta a todo por conseguir sus metas, se atrevió con esta historia real y, aún vigente, en un mundo de todos, un trocito de vida que, cuando supo de ella, no dudo en plasmarla, en hacerla realidad con este libro.
Alicia es su protagonista, amiga de Isabel. La vida quiso que se conocieran y dar fe, cada una de ellas, de sus momentos, rutinas, vidas.
Con esta historia te darás cuenta que, nadie dijo que fuera fácil vivir, para sentir profundo hay primero que pasar por caminos llenos de espinas y dejarse afligir por su dolor. Es necesario para poder sentir la felicidad. Realmente no la saboreamos cuando la tenemos presente, como borregos nos quejamos constantemente de no tenerla. Justo cuando se nos presentan batallas duras que lidiar es cuando echamos de menos esa felicidad que, creíamos no tener y, no disfrutamos cuando iba de nuestra mano. En un mundo de crisis, hambre expuesta en el escaparate de la calle..., mendigos, en este país, se supone que desarrollado, comprando alimentos fiando al tendero, penurias desconcertantes, egoísmo, más próximas de lo que imaginamos, no queremos creer, dos mujeres con una misma misión y, distintos zapatos, quién se salva..., quién lo hace mejor...
En un mundo donde todos vemos lo que ocurre y, lavándonos las manos como Pilatos, creemos que hemos hecho el bien. No se ayuda, no tenemos empatía, echamos más leña al fuego, a modo de críticas. No vale mirar hacia otro lado, hay que ir en busca y captura de quien lo pasa mal.
¿Qué es la verdad?...Silencio... La pobreza de nuestra alma.
Dedicada desde los 19 años a su casa, su familia. Conocedora de todas las incertidumbres posibles, luchadora innata ante ellas. Ama de casa.
Rebelde, creativa...insensata, a veces, toda su vida destinada a los suyos.
Calificarla de insensata no es un atrevimiento, ella misma se define así por circunstancias que tuvo que lidiar. El miedo ante sus problemas, por la incertidumbre de no saber qué pasará, de ahí, la insensatez. Se atrevió a cruzar ese miedo y destinarlo a hacerlo espada para su lucha. Valentía.
De hecho, aún camina por el fuego de su vida, un fuego que ella siente como calidez en su alma.
Dispuesta a todo por conseguir sus metas, se atrevió con esta historia real y, aún vigente, en un mundo de todos, un trocito de vida que, cuando supo de ella, no dudo en plasmarla, en hacerla realidad con este libro.
Alicia es su protagonista, amiga de Isabel. La vida quiso que se conocieran y dar fe, cada una de ellas, de sus momentos, rutinas, vidas.
Con esta historia te darás cuenta que, nadie dijo que fuera fácil vivir, para sentir profundo hay primero que pasar por caminos llenos de espinas y dejarse afligir por su dolor. Es necesario para poder sentir la felicidad. Realmente no la saboreamos cuando la tenemos presente, como borregos nos quejamos constantemente de no tenerla. Justo cuando se nos presentan batallas duras que lidiar es cuando echamos de menos esa felicidad que, creíamos no tener y, no disfrutamos cuando iba de nuestra mano. En un mundo de crisis, hambre expuesta en el escaparate de la calle..., mendigos, en este país, se supone que desarrollado, comprando alimentos fiando al tendero, penurias desconcertantes, egoísmo, más próximas de lo que imaginamos, no queremos creer, dos mujeres con una misma misión y, distintos zapatos, quién se salva..., quién lo hace mejor...
En un mundo donde todos vemos lo que ocurre y, lavándonos las manos como Pilatos, creemos que hemos hecho el bien. No se ayuda, no tenemos empatía, echamos más leña al fuego, a modo de críticas. No vale mirar hacia otro lado, hay que ir en busca y captura de quien lo pasa mal.
¿Qué es la verdad?...Silencio... La pobreza de nuestra alma.