Cuando aparentemente han quedado atrás la viudez y el dolor de la pérdida, cuando el luto ha sido superado por una vida en la que hay un nuevo esposo y un hijo, una mujer es confrontada con los cabos sueltos de su pasado al recibir una extraña oferta: alguien quiere comprar el nicho donde descansan las cenizas de Aldo, su primer marido. En las alas de las mariposas que cazaba de niña regresan augurios y presentimientos que dejó pasar, señales de lo poco que ese matrimonio duraría, como el vestido de novia que eligió de color negro. «Quizá desde niña, cuando seguía a esas mariposas, ya era una viuda en estado larvario». ¿Qué dijo el amado antes de morir? ¿Pesan esas palabras tanto como sus cenizas? Poco a poco, Laura irá descubriendo aristas desconocidas de Aldo. Le escribirá al coleccionista de Islandia con quien él intercambiaba botellas en miniatura de distintos licores y encontrará en él a un corresponsal de la desgracia con quien llegará a ver lo que no quiso reconocer nunca: Aldo anhelaba la muerte.
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