A MI QUERIDO AMIGO EL SR. D. G. PETANO Y MAZARIEGOS. Mal inspirado está V., amigo mio, deseando que sea yo quien le escriba un prólogo para sus Viajes, libro que, por una parte, no necesita de ajenas recomendaciones por ser tan curioso y entretenido, como elegante y concienzudamente escrito; y que versa por otra sobre un asunto en el cual, mas acaso que en otro alguno, soy incompetente. Y ¡por Dios santo! que no se me alarme V. ni crea que hablo así ó por intempestiva modestia, ó por placer de sentar una paradoja. Nada de eso, amigo mio, nada de eso: dígole á V. lo que pienso, lo que es cierto: soy en materia de Viajes el mas incompetente de los mortales. Y sin embargo, ni puedo ni quiero negar, que pocos españoles hay tan asendereados como yo; porque en efecto, desde el «primer sollozo de la cuna» hasta la fecha, pocos dias ha y quincuagésimal de mi vida, estoy corriendo por montes y valles, yendo de Ceca en Meca
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