Son indicio de la popularidad de las Vidas muchas obras literarias contemporáneas que se han basado en ellas: Memorias de Agripina y El proceso a Nerón, de Pierre Grimal, Quo uadis?, de Sienkiewicz (y su célebre adaptación cinematográfica) y Yo Claudio (también adaptada con gran éxito) y Claudio el dios y su esposa Mesalina, de Robert Graves.
Este segundo volumen de las Vidas incluye algunos de los casos más célebres y escandalosos de las vidas de los Césares, que todavía perduran en la memoria colectiva, incluso cuando ya se ha esfumado el conocimiento del marco histórico. Si la dignidad y la gravitas romanas proverbiales se mantienen en Otón (68-69), Vespasiano (68-79) y Tito (79-81), y aunque de modo más titubeante, incluso en Claudio (41-54), la depravación y el desorden individual y colectivo se enseñorean en los períodos de Calígula (37-41) –primero piadoso y liberal, luego "monstruo": soberbio, cruel, lujurioso, tirano...–, Nerón (54-68) –tras un "feliz quinquenio inicial" de su reinado, petulante, libidinoso, fratricida, matricida, uxoricida y perseguidor de cristianos– y Vitelio (69) –avaro, cruel, insolente, glotón, haragán–. En suma, una galería de personajes en la que se manifiestan las pasiones más intensas, las virtudes y los vicios que caracterizaron el mando en el imperio.
La obra de Suetonio, valorada siempre por su carácter sencillo, directo y conciso, aporta una buena cantidad de información indispensable para comprender el siglo I d.C. y los personajes que describe.