Con las Vidas paralelas, Plutarco compuso un original conjunto de biografías de personajes destacados en los mundos griego y romano, que hoy se lee con sumo agrado e interés y que en su tiempo iba dirigido, con intención ejemplarizante, a jóvenes comprometidos en la administración.
Plutarco pone de manifiesto el planteamiento que rige las Vidas paralelas en un conocido fragmento del prólogo del Alejandro-César: «No escribimos historias, sino vidas, ni es, por regla general, en las empresas de mayor gloria donde se hallan testimonios de virtud o vicio, sino que a menudo una situación pasajera, una frase o una broma reflejan mejor el carácter que batallas de muchos muertos o los más vistosos ejércitos y asedios de ciudades. Por eso, igual que los pintores aspiran a captar las semejanzas con el modelo en la cara y en la expresión de los ojos, donde se manifiesta el carácter, y no se preocupan en realidad de las demás partes, así también se nos debe permitir a nosotros que penetremos más bien en las señales del alma y que, a través de éstas, configuremos la vida de cada personaje, dejando a otros la grandiosidad de los combates.» Se pone de manifiesto aquí la inteligencia del autor en lo referente a captar los rasgos morales esenciales de un personaje, su idiosincrasia, para presentarlo al lector como modelo digno de atención y referente (eso es lo que prometían las Vidas paralelas a los jóvenes que habían de ocuparse de la administración pública).
Este segundo volumen se compone de las biografías del legislador ateniense Solón (uno de los siete sabios de Grecia) y del cónsul romano Agrícola; del general y político Temístocles, uno de los estrategas de la batalla de Maratón, y de Camilo, el estadista y militar que fue proclamado Segundo Fundador de Roma por su defensa de la ciudad frente al asedio de los galos; del político y orador Pericles, artífice político de la grandeza de Atenas en su edad de oro e impulsor de la mayoría de obras de la Acrópolis, y del cónsul y dictador Fabio Máximo, llamado Cunctator («el que retrasa») por su táctica de entorpecer la progresión de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica.
Plutarco pone de manifiesto el planteamiento que rige las Vidas paralelas en un conocido fragmento del prólogo del Alejandro-César: «No escribimos historias, sino vidas, ni es, por regla general, en las empresas de mayor gloria donde se hallan testimonios de virtud o vicio, sino que a menudo una situación pasajera, una frase o una broma reflejan mejor el carácter que batallas de muchos muertos o los más vistosos ejércitos y asedios de ciudades. Por eso, igual que los pintores aspiran a captar las semejanzas con el modelo en la cara y en la expresión de los ojos, donde se manifiesta el carácter, y no se preocupan en realidad de las demás partes, así también se nos debe permitir a nosotros que penetremos más bien en las señales del alma y que, a través de éstas, configuremos la vida de cada personaje, dejando a otros la grandiosidad de los combates.» Se pone de manifiesto aquí la inteligencia del autor en lo referente a captar los rasgos morales esenciales de un personaje, su idiosincrasia, para presentarlo al lector como modelo digno de atención y referente (eso es lo que prometían las Vidas paralelas a los jóvenes que habían de ocuparse de la administración pública).
Este segundo volumen se compone de las biografías del legislador ateniense Solón (uno de los siete sabios de Grecia) y del cónsul romano Agrícola; del general y político Temístocles, uno de los estrategas de la batalla de Maratón, y de Camilo, el estadista y militar que fue proclamado Segundo Fundador de Roma por su defensa de la ciudad frente al asedio de los galos; del político y orador Pericles, artífice político de la grandeza de Atenas en su edad de oro e impulsor de la mayoría de obras de la Acrópolis, y del cónsul y dictador Fabio Máximo, llamado Cunctator («el que retrasa») por su táctica de entorpecer la progresión de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica.