Una novela oral, la crónica colectiva de una ciudad, una fábula histórica sobre el fracaso de la modernidad en un país que bien podría ser el nuestro.
Crónica de un tiempo de luchas y de injusticias, Viento en los oídos es un relato vivo y humano, agitado por conflictos latentes y caracteres firmes.
El comienzo: «Años antes de que yo naciera, mi tío Isidro fue llamado a filas para defender a tiros las últimas posesiones del imperio».
El final: «Y por fin he hecho lo que un día me prometí cumplir: una de esas promesas que no se pueden decir hasta que no se han realizado. Tan sólo me prometí contar algún día la experiencia de mi tío Isidro. Para que lo lea quien lo pueda leer, para que lo escuche quien lo quiera escuchar. Para que no caiga en el olvido. Y la he contado sin apartarme un solo punto de la verdad que fluye por debajo de la historia y que seguimos oyendo cuando el viento nos sopla en los oídos».
Una novela ¿escrita en voz alta?
«Viento en los oídos no es una novela escrita, sino dictada, o, si se prefiere, escrita en voz alta. Las palabras iban encontrando su hueco por su sonido, y muchas, sólo por su sonido, quedaron descartadas. También las frases y los párrafos iban buscando su sitio en el flujo sonoro. Por eso, quizá esté destinada a ser leída en voz alta. En los inicios de la modernidad, la novela se desarrolló gracias a que la imprenta permitió que la narración se emancipase de la memoria y de la garganta. Así que desde los mismos inicios de la novela, ésta sufrió la tentación de dar la espalda a lo sonoro. ¿Una literatura sin sonidos, meramente gráfica? ¿Por qué en la edad contemporánea se ha abierto aún más esta fractura entre lo oral y lo escrito? A lo largo del siglo XX y principios del XXI, las innovaciones tecnológicas, primero la radio y finalmente internet, nos están permitiendo registrar y difundir los sonidos, explorar nuevas formas de narración que devuelvan la voz a las palabras escritas. El futuro está abierto, y la novela, si sobrevive a la deshumanización creciente de la cultura, lo logrará explorando todas sus posibilidades y desparramándose en todos los terrenos y registros, bajo todas las formas».
Crónica de un tiempo de luchas y de injusticias, Viento en los oídos es un relato vivo y humano, agitado por conflictos latentes y caracteres firmes.
El comienzo: «Años antes de que yo naciera, mi tío Isidro fue llamado a filas para defender a tiros las últimas posesiones del imperio».
El final: «Y por fin he hecho lo que un día me prometí cumplir: una de esas promesas que no se pueden decir hasta que no se han realizado. Tan sólo me prometí contar algún día la experiencia de mi tío Isidro. Para que lo lea quien lo pueda leer, para que lo escuche quien lo quiera escuchar. Para que no caiga en el olvido. Y la he contado sin apartarme un solo punto de la verdad que fluye por debajo de la historia y que seguimos oyendo cuando el viento nos sopla en los oídos».
Una novela ¿escrita en voz alta?
«Viento en los oídos no es una novela escrita, sino dictada, o, si se prefiere, escrita en voz alta. Las palabras iban encontrando su hueco por su sonido, y muchas, sólo por su sonido, quedaron descartadas. También las frases y los párrafos iban buscando su sitio en el flujo sonoro. Por eso, quizá esté destinada a ser leída en voz alta. En los inicios de la modernidad, la novela se desarrolló gracias a que la imprenta permitió que la narración se emancipase de la memoria y de la garganta. Así que desde los mismos inicios de la novela, ésta sufrió la tentación de dar la espalda a lo sonoro. ¿Una literatura sin sonidos, meramente gráfica? ¿Por qué en la edad contemporánea se ha abierto aún más esta fractura entre lo oral y lo escrito? A lo largo del siglo XX y principios del XXI, las innovaciones tecnológicas, primero la radio y finalmente internet, nos están permitiendo registrar y difundir los sonidos, explorar nuevas formas de narración que devuelvan la voz a las palabras escritas. El futuro está abierto, y la novela, si sobrevive a la deshumanización creciente de la cultura, lo logrará explorando todas sus posibilidades y desparramándose en todos los terrenos y registros, bajo todas las formas».