El hecho de la muerte se constata por la experiencia diaria; por el contrario, la pregunta por el "más allá" reclama una justificación. Pues bien, la razón humana muestra que la pervivencia tras la muerte no es un absurdo, sino que ofrece argumentos que la hacen razonable. Por su parte, la revelación cristiana confirma que, tras la muerte, el hombre inicia un modo nuevo de existencia.
Para quienes dudan o se empeñan en negar la vida después de la muerte, el autor les emplaza a responder a estos interrogantes: ¿Hay algún motivo plausible para no cuestionarse por el "más allá" tras el vivir terreno? ¿Acaso no es racional que la fugacidad de la vida humana se alargue en la permanencia estable de otra vida? ¿Las grandes promesas que nos hacemos a nosotros mismos son meras utopías y no van a tener ningún cumplimiento? ¿Cómo explicar nuestros inquietos anhelos de felicidad? ¿Esas preguntas tan atormentadas que nos hacemos los humanos van a ser meras quejas de una sociedad psicológicamente enferma? ¿Las graves injusticias que relata la crónica de la humanidad no van a ser reparadas y los actos de heroísmo que llevan al hombre a dar su vida por los demás no serán premiados? Si la vida eterna no fuese la coronación de la historia humana, a la vista de las catástrofes, desgracias e injusticias que relatan la crónica de la sociedad, ¿al final va a vencer el mal sobre el bien? ¿Las grandes palabras como justicia, bondad, maldad, misericordia, perdón, amor... son meros sonidos (flatus vocis) que se quedan en puros enunciados y responden a utopías irrealizables?
A estas y otras preguntas, el lector encuentra en este libro respuestas razonables.
Para quienes dudan o se empeñan en negar la vida después de la muerte, el autor les emplaza a responder a estos interrogantes: ¿Hay algún motivo plausible para no cuestionarse por el "más allá" tras el vivir terreno? ¿Acaso no es racional que la fugacidad de la vida humana se alargue en la permanencia estable de otra vida? ¿Las grandes promesas que nos hacemos a nosotros mismos son meras utopías y no van a tener ningún cumplimiento? ¿Cómo explicar nuestros inquietos anhelos de felicidad? ¿Esas preguntas tan atormentadas que nos hacemos los humanos van a ser meras quejas de una sociedad psicológicamente enferma? ¿Las graves injusticias que relata la crónica de la humanidad no van a ser reparadas y los actos de heroísmo que llevan al hombre a dar su vida por los demás no serán premiados? Si la vida eterna no fuese la coronación de la historia humana, a la vista de las catástrofes, desgracias e injusticias que relatan la crónica de la sociedad, ¿al final va a vencer el mal sobre el bien? ¿Las grandes palabras como justicia, bondad, maldad, misericordia, perdón, amor... son meros sonidos (flatus vocis) que se quedan en puros enunciados y responden a utopías irrealizables?
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