El género humano, como fenómeno biológico actuante, no puede subsistir en modo alguno sin la naturaleza, y ello ha supuesto la utilización libérrima de sus recursos: agua, suelo, aire, plantas y animales. El hecho de que nunca se haya tenido límite en el acceso a los recursos de la naturaleza ha causado que no haya habido un límite en su explotación, lo cual va peligrosamente en contra del supuesto de que el hombre, obediente a su naturaleza de ser dialogante y convivial, goza de "la libertad y la responsabilidad asociadas al sitio que ocupa […] dentro de la naturaleza y el manejo que hace de la misma" (Ángel, 2000). Así las cosas, el desafío de los quehaceres empírico-analíticos (eso son las ciencias agrarias), en tanto suponen capacidad de integración interdisciplinaria, es contribuir a que se cumpla la premisa fundamental y positiva de Occidente, como dice Gómez:1 "El desarrollo exitoso de una sociedad se basa en su capacidad para producir, almacenar y distribuir alimentos". Y ello supone recurrir a todos los recursos genéticos, de modo que se pueda mantener una oferta de alimentos a precio justo y de calidad. Un ejemplo de un recurso económico y de alta calidad nutricional tanto en fresco para consumo humano como procesado para nutrición animal es, qué duda cabe, el fruto de zapallo Cucurbita moschata Duch.
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