LA CUEVA

Ahora la tarde está cayendo una vez más, hace mucho frió, y solo tengo una cobija en la que permanezco enrollado como taco todo el tiempo, este pinche invierno es más duro e infeliz que el pasado. El reflejo cobrizo del sol empieza a rebotar en la celda, me tengo que espabilar y estirarme para trepar al camarote de arriba, y poder alcanzar el chingado cuadrito que la hace de ventana. Es la hora de contemplar cómo avanza la sombra de la torre de vigilancia, avanza cada segundo más y más rápido sin que nada ni nadie pueda evitarlo, hasta que la sombra llega a la ventana en donde estoy y el sol se oculta. Es el final de un día más.
Esto me pone en un estado de ánimo que no sé cómo se le pueda llamar, me pongo nostálgico, colérico, reflexivo, triste, y al final una frustración infame invade de todo mí ser, se termina un día más en esta pinche prisión miserable, pero eso no me beneficia en nada. Es una verdadera tortura el solo pensar que jamás saldré de aquí, o al menos con vida, tengo solo un año con tres meses y ya no soporto este martirio.
En verdad será tan malo Crescencio como para podrirse en la cárcel. Este relato original no tiene nada que ver con una novela. Me decidí a escribirlo después de leer tantas mamadas, y pensé que yo tendría mucha más acción que compartir. Aunque no es una biografía, la historia está basada en mi loca carrera de drogas y alcohol que duro diez años. Es una difícil lección de vida que aprendí con un gran amor y la quiero compartir, no solo con los jóvenes, con todo mundo.